miércoles, 23 de septiembre de 2020

ACERCA DE UNA PANDEMIA EN EL SIGLO XXI

Hace aproximadamente un mes pude experimentar el extraño proceso de padecer covid-19, pero es hasta ahora que me he decidido a compartir algunas de mis ideas tanto de la enfermedad como de la manera en la que mucha gente ha tomado la pandemia y las medidas del gobierno. En general puedo decir que el llamado coronavirus es un habitante en las grietas: como enfermedad, en esa extraña grieta entre los síntomas que afectan la mente y el cuerpo; tambien, en la grieta entre el discurso oficial del gobierno y la confianza de los gobernados; en la que existe en la precisión del conocimiento médico disponible, y finalmente en esa que se percibe en la narrativa especulativa de las relaciones internacionales.

Alegoría de la muerte (ca. 1600)

Los comentarios de las personas que afirman padecerlo o haberlo padecido en las diferentes plataformas digitales indican una serie de síntomas estrafalarios que parecen fruto de la histeria colectiva. En mi experiencia, a pesar de que los síntomas fueron muy ligeros, desde los primeros días me parecieron absurdos. Iniciaron muy similares a un resfriado común pero pronto surgieron dolores que cambian de lugar, dificultad para realizar esfuerzos mentales o físicos, cambios en la percepción de los sabores, nausea, sueño, mareo y variopintos síntomas oculares. Síntomas que podían estar presentes en determinado momento del día y en otro no. Agradezco enormemente que en realidad nunca se hayan tornado graves o motivo de gran preocupación; a pesar de ello, sí que fueron desesperantes por lo inhabilitantes y por su persistencia (casi 3 semanas). Mi más extraña experiencia relacionada al padecimiento del covid fue la sensación de que mis esfuerzos mentales repercutían directamente en incomodidad corporal. De alguna forma tu nivel de estrés, enfado o susto podía hacerte pasar de un leve mareo a sentir que tienes una fuerte gripa, o a que las manos te comiencen a temblar. A veces me costaba trabajo realizar operaciones simples como escribir o leer. Definitivamente en ninguna otra ocasión había percibido algo similar y no sé si otra enfermedad lo produzca. Hay noticias de personas que reportan dificultad para dormir por “tirones hipnagógicos” o describen retención involuntaria del aliento, lo cual me parece ahora totalmente plausible. Ya entiendo por qué el síndrome de estrés post traumático suele ser más común en quienes padecieron los síntomas agudos que con otras enfermedades respiratorias. La naturaleza del covid-19 difumina de algún modo la frontera entre las funciones mentales y los malestares físicos, y nos hace especialmente concientes de ella a quienes padecimos los síntomas neurológicos.

Esta experiencia subjetiva de la enfermedad forzosamente va entremezclada con las dudas de la población respecto a las autoridades médicas y científicas del mundo. Los rumores conspiranoícos alimentan, como siempre, la noción de los científicos como “científicos locos” que diseñan su virus en un búnker secreto mientras que los médicos de carne y hueso desgraciadamente no aportan demasiada información acerca de síntomas poco comunes, recaídas en la enfermedad después de meses de haber convalecido, o los reportes de la presencia de síntomas (o del virus en las pruebas) por periodos extendidos de tiempo. Mi intención aquí no es ciriticar o difundir la desconfianza en la ciencia médica, sino la de señalar que al menos a una parte del gran público, especialmente en momentos definitorios como lo es una pandemia, le habrán de surgir dudas acerca de los alcances y motivaciones de la medicina actual. ¿Qué vacuna te da más confianza? ¿La rusa, la estadounidense, la europea, la china? ¿cuanto va a tardar en aparecer la vacuna nacional que refrende nuestra  soberania?

Observando un panorama más amplio, la aparición de esta pandemia resulta curiosa desde el punto en la historia en el que nos encontramos. A nivel geopolítico, podemos observar tensiones entre potencias y entre los proyectos planeados para el futuro del sistema económico mundial. Existe además esa crísis capitalista que se ha venido anunciando desde hace años y que las medidas financieras supestamente solo han pospuesto. Por estas razones, el “sospechosismo” no podía estar a un nivel más elevado y eso ocasiona que haya quienes aprovechen para acusar al virus de ser un arma biológica china para desestabilizar a los estados occidentales, o quienes vean un recurso de los grandes globalistas para afianzar sus posiciones estratégicas. No le han pasado nada mal ni Uber ni Amazon, por ejemplo.

En realidad, la existencia del virus ocupa un lugar en las mentes de las personas que juega el papel de “comodín”. La pandemia es algo demasiado increíble. Alguien tiene que tener la culpa, alguna fuerza misteriosa debe estar detrás de ella ¡el mundo de la vida cotidiana no puede fracturarse por su propio peso! Quizá lo único que podría habérsele comparado sería una caída global del internet; menos mal que tenemos aún ese espacio libre y confortante al cual escapar. Como dije al principio: el coronavirus habita en las grietas, pero no las crea. La grieta clasista que separa a la gente del día a día que tiene que salir a ganarse la vida en la calle frente aquellos que pueden conseguir trabajar desde su hogar y transportarse en auto ya existía, pero ahora existe un pretexto para que se desprecie aún más a los menos afortunados. En lugares como los Estados Unidos la gente que se conforma y cree al pie de la letra el discurso oficial se ve enfrentada a aquellos que sospechan de la tiranía de sus gobernantes. El conflicto “anti vaxxer” para muchas personas comenzará a tener sentido, mientras que muchos otros llegarán a la conclusión de que lo más conveniente será hacer uso de la fuerza contra quien no se vacune. Ahora hay algo ahí que está ayudando a que todo el encono se materialice. El coronavirus habita en las grietas.  

San Jorge y el dragón (siglo XV) como alegoría de la prueba covid por PCR
 

La parte positiva sea quizás que efectivamente el caos que trajo consigo está empezando a menguar y la actividad de la ciudad está reactivándose con rapidez. A lo mejor en el momento en el que podamos ver los efectos del virus en retrospectiva veamos que ayudó a hacernos conscientes de las debilidades de nuestra sociedad y a subsanar los conflictos de una manera civilizada. A todos los que aún crean que el covid es tan solo una gripe estacional más fuerte de lo normal les puedo asegurar que no es así. El covid existe y es una experiencia, cuando menos, molesta y desorientadora; en algún momento hice el comentario de que se siente como estar en una cuarentena dentro de la cuarentena. Aunque no lo viví, siempre queda la posibilidad de terminar hospitalizado, con secuelas permanentes o sencillamente muerto. Mientras no se tenga una vacuna confiable les recomendaría a todos, más allá de obsesivamente cumpir las reglas sanitarias (siempre en algún momento nos vamos a descuidar y cometer algún error), estar preparados para la enfermedad, informarse lo más que puedan y ser comprensivos con nuestros congéneres. Si aún no han padecido la enfermedad y algún dia tienen una vacuna disponible les recomiendo que se la apliquen.



2 comentarios:

  1. Es muy ilustrativa y reflexiva esta emotiva historia que con mucho tino se escribe aquí, para beneplacito de los que ocasionalmente consultamos el blog que es una garantía de relatos emocionantes y contundentes. Gracias por compartir la experiencia del momento. Excelente.

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  2. Viisto a la distancia temporal desde su inserción, a una fecha en que no parece tener fin la Pandemia, lo único positivo para comentar ahora es el surgimiento de la esperanza de que estemos pronto todos vacunados y que todos los pronósticos de los epidemiólogos de caracter positivo se cumplan con nuestro esfuerzo participativo.....
    Saludos!

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