lunes, 7 de septiembre de 2020

MISA NEGRA, LA RELIGIÓN APOCALÍPTICA Y LA MUERTE DE LA UTOPÍA de John Gray

La política de la Edad Contemporánea constituye otro capítulo más de la historia de la religión” es la frase con la que abre el líbro y quizá la que mejor condensa la exposición de John Gray. En un ejercicio reflexivo bastante interesante “Misa Negra, la religión apocalíptica y la muerte de la utopía” nos invita a ser conscientes del papel que juegan nuestra concepción del tiempo y del sentido de la história en nuestra postura política. El autor señala a través de sus páginas esos puntos de inflexión en el desarrollo de la historia de las religiones en que aparecieron los mitos que moldearon el activismo de la Edad Moderna. El primero es el del milenarismo, o religiosidad apocalíptica, el otro el de la utopía. 

Carteles de propaganda antireligiosa soviéticos recopilados por Roland Elliot Brown
Carteles de propaganda antireligiosa soviéticos recopilados por Roland Elliot Brown

El milenarismo surge con el cristianismo y con las profecías de un Reino de Dios que se encontraban en el discurso de los Evangelios. Dicho reino se concibió en un principio como la promesa de un cambio profundo en las relaciones existentes entre judíos y gentiles, el orden establecido se trastocaría definitivamente después de ciertos eventos celestiales y la tierra sería una tierra nueva donde la injusticia y el mal quedarían finalmente desterrados. Si observamos detenidamente, este relato de un mundo que se dirige inexorablemente hacia la redención es aquel que pasa a formar la columna vertebral de la cultura occidentaly de su concepción de la historia.

De manera paralela, aunque algo distante, se desarrolla la idea de utopía. “Todas las utopías que nos son conocidas se basan en la creencia de que es posible descubrir unos fines objetivamente verdaderos y armónicos para todos los hombres de cualquier momento y lugar”, nos dice el el autor. Estas Utopías las encontramos las más de las veces en forma de recuerdos de un paraíso perdido antes que como futuros alcanzables, y aunque efectivamente se han utilizado como modelos para guiar a las sociedades, su uso con fines revolucionarios es relativamente nuevo.

En el desarollo de los eventos históricos, a pesar de que el milenarismo fue combatido por la Iglesia católica durante el medioevo usando las ideas neoplatónicas de san Agustín, resurgirá después de la Reforma y las diferentes interpretaciones de las escrituras a las que dio pie. Lo que se ha llamado posmilenarismo, por ejemplo, plantea la posibilidad de que los fieles trabajen para ayudar a que Dios finalmente decida consumar su promesa. De esta idea de que los seres humanos tienen que cooperar con su voluntad para alcanzar el fin de la historia solo hay un breve trecho a la idea de que los seres humanos tienen toda la responsabilidad en sus manos.

Diferentes cultos como cuáqueros, metodistas, calvinistas, etc. tiñieron con sus ideas el desenvolvimiento político de Europa después de la Reforma, pero serían los jacobinos quienes buscarían desterrar definitivamente el papel de Dios de los movimientos sociales. Frente a la difícil tarea de reemplazar a los ideologos políticos religiosos que entonces eran dominantes, los filósofos ilustrados descubrieron que no podían sustraer de sus discursos la idea de que la historia tenía una finalidad o dirección, ello habría significado renunciar al ímpetu militante que tiene la Iglesia y a su carácter optimista. Entonces se sustituyó al Reino de Dios por la promesa de la utopía y el progreso. Había ahora un mundo mejor hacia el cual nos dirigíamos y no era la Nueva Jerusalén, eso era ya cosa de superstición, la nueva sociedad libre, pacífica e ilustrada que vendría sería esta vez totalmente real y los males de la humanidad no los desterraría la fé o la religiosidad, sino la ciencia y la razón. En el calor de la lucha concluyeron también que la utopía debía de traerse no sólamente a través del trabajo productivo y la educación ilustrada, sino a través de la guerra, pues las fuerzas demoniacas de la tiranía y el oscurantismo debían extirparse desde la raíz. El terror era la sangría que purificaría a la sociedad en su camino a la luz. El sufrimiento y el dolor que traerían al mundo se demostraría provechoso una vez el altísimo objetivo se hubiera alcanzado (cosa que aún no sucede)

 

Hay que decir que todo esto pertenece tan solo a la primera parte del libro. La exposición inicial intenta demostrar como estos mitos que de ninguna manera son científicos se trasvasan a los contenedores modernos de la filosofía política y se justifican en una idea del progreso que tiene más de la Teoría de los Tres estados de Joaquín de Fiore que de certeza experimental o de cualquier otro tipo. John Gray llama a la era que comienza a partir de los jacobinos la era de los “misioneros armados”. A la historia de estos misioneros pertenecen tanto los nazis como los bolcheviques (que tienen cada cual su fe, escatología y demonología) y termina con la apoteósis neoconservadora de la invasión a Irak por parte de la administración de Bush y Tony Blair.

A lo largo del libro se toca con relativa calma la cuestión del neoliberalismo (que está muy en consonancia con mi entrada previa en este blog) y el neoconservadurismo. Habla de los ideólgos de estas posturas y de la historia política de Gran Bretaña en esas épocas. Resulta curioso que la batuta del utopismo haya caído de las manos de los soviéticos justo a las de nuestros vecinos del norte en la época del llamado mundo unipolar, y que haya sido solamente para seguir causando más muertes y absurdos como querer implantar una democracia liberal por la fuerza en una geografía y sociedad como la iraquí. ¿No será que hoy en día esa oposición cósmica maniqueísta se ha dirigido hacia su interior? habrá que ver las próximas elecciones Biden vs Trump.

John Gray sugiere que el mundo que nos tocará vivir en los próximos años va a necesitar de una posición hobbesiana frente a la sociedad altamente mixta y sin embargo heterogénea a la que nos enfrentaremos. Las tensiones internas de los estados se incrementarán irremediablemente, el terrorismo aparecerá en nuevas formas antes desconocidas, por ejemplo en forma de virus silenciosos de procedencia anónima (el libro se escribió en 2007) y las cuestiones religiosas ahora desenmascaradas de su disfraz secularista, y que como explica, en realidad nunca dejaron de ser dominantes, podrían desencadenar incluso el escenario de una nueva “Guerra de los Treinta Años”. Vale resaltar el papel ciertamente importante que seguirá teniendo la ciencia a la hora de apuntalar creencias verdaderas en un mundo pragmático, pero no habrá que pretender que solucionará alguna vez los dilemas de la ausencia de sentido o de una finalidad de la historia; ya no hablar de la conflictividad inherente a la vida en comunidad, a la naturaleza humana.

Con los diferentes temas que toca, Misa Negra es un libro que busca causar impresión en el lector. El título que se refiere a la parodía del ritual cristiano donde se invierten todos los papeles y símbolos me parece bastante adecuado y, al menos en una ocasión, difícilmente oculta que hace un llamado, especialmente dirigido al público de Reino Unido, para revitalizar aquel conservadurismo político que fue desterrado por la corriente tatcheriana y todos sus sucesores. Se recuperaría con ello contraintuitivamente un realismo que solía formar parte de él.

1 comentario:

  1. Si que invita a la lectura, con una temática muy actual y se percibe el colorido del contenido desarrollado por el autor.
    Saludos y Kike.

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