jueves, 1 de junio de 2023

LA CAÍDA DE TENOCHTITLAN Y LA POSCONQUISTA AMBIENTAL DE LA CUENCA Y CIUDAD DE MÉXICO por Sergio Miranda Pacheco.

 

La colección México 500 es una serie de pequeños libros ¿libritos? publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México con motivo de los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan. La serie consta de 15 títulos que abarcan temas diversos tales como el papel de la esclavitud en la fundación de la Nueva España, la conquista como traducción, el paisaje, el comercio marítimo, etc. Los libros son de pequeño formato, poco extensos y cada uno de ellos expone solamente un tema. Esta estrategia, al parecer, tiene como objetivo facilitar su venta y llegar a un público lo más amplio posible. Uno esperaría que este tipo de colecciones se publicara en series de 3 o 4 tomos bien nutridos, pero en esta ocasión tenemos 15, con la posibilidad de llevarnos justamente aquel que exponga el tema que nos interesa. Con un precio accesible y estando los títulos disponibles para comprarse en la tienda Kindle de Amazon, creo que cualquier aficionado a la historia debería prestarles atención. El tema de la Conquista siempre va a ser un tema que despierte afectos y deje sensaciones en el mexicano; especialmente en el habitante de la capital. Bien, pues ahora tenemos una buena oportunidad de expandir nuestro horizonte.

Decidí tomar el título que atañe a la posconquista ambiental por la sencilla razón de que es aquel que podemos relacionar más fácilmente con nuestra actualidad; específicamente con ciertas decisiones políticas controvertidas en temas de infraestructura. Siendo sinceros, el tema de la relación de la Ciudad de México con los lagos que la rodeaban es un tema que varios de nosotros recordamos con angustia cada que comienza la temporada de lluvias.

Lápida representando un ahuízotl, monstruo de agua relacionado al lago, localizada en el Museo Nacional de Antropología

La exposición inicia con la descripción de las obras de ingeniería hidráulica que llevaron a cabo los mexicas. La mayoría de los capitalinos no tenemos consciencia de que los problemas lacustres no fueron específicos a los novohispanos o a los habitantes actuales; al menos 3 veces, desde la fundación de Tenochtitlan hasta la entrada de Cortés, los pobladores originales sufrieron por las crecidas en los niveles hídricos de la cuenca. Tenemos registro de que hubo inundaciones prehispánicas en 1448, 1498-1499 y en 1517. Vamos a aclararlo, afirmar que los tenochcas y tlatelolcas no estuvieron a salvo de las inundaciones y que sus construcciones no fueron perfectas, como podríamos romantizar, es algo distinto a comparar sus esfuerzos a aquellos realizados por los habitantes posteriores a la conquista y los desbarajustes que les siguieron.

La presencia acuática alrededor de la recién fundada Ciudad de México siempre fue amenazante. Una fuerte carga simbólica que unía al lago con el poder de los antiguos tlatoanis y con la masa desordenada de nuevos súbditos tiñó la disposición de las nuevas autoridades. ¿Qué habrá causado más preocupación? ¿No poder contener una crecida de las aguas o no poder contener una rebelión de nativos? El lago rodeaba amenazante a la ciudad y en él las canoas de mexicanos cruzaban de un lado al otro con mucha libertad. Sin poder olvidar los combates navales de 1521 los peninsulares decidieron acelerar la desecación. A partir de entonces, la historia de la infraestructura de la Ciudad de México ha sido una de mezquindad y de decisiones provisionales.  

El libro incluye también suficientes narraciones hechas por los contemporáneos de cómo los canales que solían cruzar la ciudad después de establecerse el dominio de la corona acarrearon por siglos desperdicios y podredumbre. Igual nos enteramos, gracias a esos testimonios, de cómo algunas de las prácticas cívicas defectuosas de los habitantes de esta ciudad, dígase verter basura, cascajo, animales muertos a los canales, crear caños y tomas de agua clandestinos, iniciar pleitos, tener poca disposición a la cooperación por parte de los diferentes niveles de gobierno, saquear y vandalizar la infraestructura, etc. han cambiado bien poco.

Resulta aún más triste saber que esos problemas a pequeña escala languidecen en comparación con las grandes consecuencias de las decisiones tomadas, o no tomadas, por los gobiernos. La primera disputa de peso que marcó el destino del lago comenzó en el virreinato. El proyecto del ingeniero español Francisco Gudiel y el del neerlandés Adrián Boot enfrentaron por primera vez las dos, ahora ya bien conocidas, alternativas. Por un lado, la opción de drenar los lagos y expulsar los ríos mediante el llamado canal de Huehuetoca, y por otro la de mantenerlos y aprovechar su navegabilidad, controlándolos con un dique y bombas hidráulicas. Después de la polémica y habiendo ganado el plan de Gudiel, éste se pondría en marcha marcado por largos periodos intermitentes de construcción debido a problemas presupuestales. La labor se le encargaría al afamado cosmógrafo e ingeniero Enrico Martínez, quien ponía en juego la propia honra, misma que quedaría, por cierto, bastante maltrecha después de la inundación de 1629. Nuestro cosmógrafo, cuya neoclásica escultura apreciamos en el cruce de 5 de mayo con Monte de Piedad, incluso tuvo que pasar tiempo en la cárcel debido a su fracaso.

Escultura de bulto de un ahuízotl que se encuentra en el Museo Etnológico de Berlín

No describiré aquí todas las minucias del proceso de desecación y de cómo el lago sufrió y participó de la historia del país y de la ciudad de México en varios de sus momentos importantes, ya que Sergio Miranda Pacheco lo explica de manera amena en su trabajo. Salta a la vista que el tema común que ha dirigido las decisiones de los gobiernos es claro: los grandes terratenientes fueron siempre los más beneficiados y la población rural y urbana de clase baja la más afectada. Las formas de vida que habían surgido durante el tiempo previo a la conquista, la economía pesquera y la navegación de los cuerpos de agua en la cuenca, desaparecieron condenando a la indigencia o a la migración a poblaciones enteras.  

Son muchas veces los intereses económicos particulares los que han dirigido las prioridades en los proyectos que se han realizado. Desde el final de la era de los tlatoanis, los terratenientes y fraccionadores han vuelto una y otra vez con el cuento de que hay que “ganar terreno” a los lagos para su aprovechamiento (financiero y propio, desde luego). El interés por fraccionar y vender viviendas o por incrementar el tamaño de los campos de cultivo han sido los principales motivos. Hubo quienes llegaron a decir que ya después se podrían explotar las nubes de insectos que pululaban como alimento para animales y los excrementos vertidos utilizarlos como fertilizantes. Claro que las voces sensatas han existido y los proyectos alternativos también. Durante el Porfiriato, un grupo de científicos se interesaron por las últimas teorías de salubridad que surgieron con la teoría de los gérmenes desarrollada por Louis Pasteur y se organizaron para evitar la resequedad del lecho y las tolvaneras infectas que se desencadenaban. Sin embargo, fueron acallados por la influencia política de los empresarios y burócratas mediante otras “asociaciones” de médicos y científicos patrocinados.

Hoy en día aún escuchamos la misma clase de reclamos con eslóganes como “Yo prefiero el lago”. Este libro me demostró que las narrativas, argumentos y protagonistas son demasiado similares a través de todas las épocas. Me preocupa también, ya que ha sido común a través de la historia mexicana, que cada vez que un grupo de interés determinado obtiene el poder en la capital se lleven a cabo acciones contrarias a lo avanzado por el opositor y que las codicias y querellas poco sensatas vuelvan una vez más a hundir el destino de la cuenca de México en el caos. La actitud constructiva de los diferentes grupos de poder ha sido en nuestra historia escasa y si en algún momento se llegó a un consenso, el plan fijado no se llevó a cabo. Todo el asunto nos lleva a reflexionar de nuestro presente polarizado y también a tomar conciencia de que el nacimiento de México, que desde mi punto de vista nació con la conquista, está indisolublemente ligado al nacimiento de la Modernidad.


Volviendo al tema de la serie “México 500”, he leído ya varios de sus tomos por el hecho de que es una propuesta que hace la Universidad Nacional en una conmemoración histórica notable. ¿Qué tiene para aportarnos? Algunas cosas. La mayoría tiene un nivel de especialización cercano a la educación básica-superior o superior y no cuentan con más de 100 páginas. La literatura de "no-ficción" accesible al público no es demasiado común, siempre vale la pena hacer un intento de acercarla al consumidor en un mundo editorial enfocado a otra clase de producto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario